viernes, 12 de junio de 2009

prisma

Juro que eran miles y los vi. Me saquearon. Aparecían de todas partes. Cerré los ojos, caí al suelo y tapé mi cabeza. Fue tremendo. No pude verles ni las caras ni las ropas. Sí los ojos. Aterraban. También les pasó a otras personas, entre ellas amigas, amigos y desconocidos. ¿Secuelas? varias. Unos ya no tienen cabeza, no lo soportaron, se volvieron locos. A otros no les queda corazón, se les endureció. Creen que así rebotan los otros miles que aparecen pero no: endurecen por temor a dar. Y otros quedaron con pánico a morir (miedo a vivir). Pero juro que eran miles y siguen apareciendo. A veces detrás de un argumento, otras en el límite de la mirada. Cuando estás muy atento los ves en cada persona (dos o tres por cabeza, y en los bebés hasta pueden verse cinco) y de distintas formas. Tan particulares y dependientes que si te retirás un poco y los ves de lejos, aparece la imagen de un monstruo. A veces está en el bocado que lleva el tenedor a mi boca, otras debajo de la piedra en el río. Algunos están seguros de haberlos visto al salir de la puerta de su casa. Y no falta quien dice que está en su propia cama. El caso más grave que encontré fue el de una persona que cree haberlos sentido todos juntos, todos dice, dentro suyo.Eran miles y para como van las cosas serán millones, y van a duplicar, quintuplicar la población mundial. Si tomamos como unidades a los seres orgánicos e inorgánicos, y los sumamos a los humanos, también los soprepasarán, por lejos, en cantidad.

A no ser que cambiemos de prisma.

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